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Es más fácil criar niños fuertes que reparar adultos rotos


La mayoría de los padres solo quieren cosas buenas para sus hijos. Sus acciones se basan en lo que creen que servirá mejor para estos. Desafortunadamente, hay algunas ideas equivocadas que son mucho más dañinas para los niños que útiles.

El mundo es un lugar cada vez más complicado y la maternidad enfrenta retos cada vez más grandes. Ya no sólo se trata de educar a los niños para que sean responsables de sus tareas y respeten a los adultos como siempre se nos ha enseñado. 

Hoy más que nunca es muy importante enfocarse en una maternidad emocionalmente inteligente para criar niños con buenos valores pero sobre todo, capaces de enfrentar al mundo con empatía y un entendimiento más profundo.

Estamos frente a una descomposición social alarmante, los prejuicios, la falta de empatía, la intolerancia y muchas otras situaciones negativas han hecho que vivamos con odio y frustración. 

Pero aunque parezca cliché, el cambio está en las nuevas generaciones de madres e hijos que crezcan felices y fuertes.

No hay duda de que es más fácil criar niños fuertes que reparar adultos rotos. Un niño que crece carente de amor o de un buen ejemplo, tiende sin duda a convertirse en un adulto resentido y enojado.

Cuando los padres adoptan estas ideas equivocadas, pueden tomar medidas que animarán a los niños a ser lo peor de sí mismos, en lugar de lo mejor. 

Estas acciones pueden incluso convertir a los niños en sociópatas y aunque suene muy crudo, es una realidad que forma parte de nuestro día a día.

No hay un manual sobre cómo ser el padre o la madre perfectos pero sí hay que poner atención en la forma en la que se educa a los niños, el entorno donde desarrollan sus habilidades sociales y el estilo de vida que se lleva en casa.

Muchas veces se puede pensar que establecer límites y pautas de comportamiento es agresivo y que sólo pone barreras en el desarrollo de la personalidad de los niños pero los especialistas en psicología infantil, revelan que el no hacerlo, no hace niños fuertes sino egocéntricos, insensibles e indiferentes.

Es mucho más efectivo hacerle saber a un niño lo que se espera de él y lo que es inaceptable que permitirle que se meta en problemas en el futuro debido a que no sabe comportarse.

Esto viene de la mano con la falta de consecuencias ya que el niño crece pensando que no hay represalias ante una mala acción. Sí, los castigos físicos como represalia nunca son la solución pero hay formas en las que uno puede hacerle ver a los niños que toda acción tiene una consecuencia.

La ausencia de consecuencias hace que un niño crezca sin un sentido del bien y el mal, o un sentimiento de remordimiento por haberse portado mal.

Romper patrones machistas

Basta de seguir solapando las creencias anticuadas sobre cómo deben comportarse los niños y las niñas por separado.

Las niñas deben crecer sabiendo que son capaces de hacer las mismas cosas que los niños porque ser mujer no significa ser «el sexo débil». Deben saber poner límites, que decir «no» es la clave para evitar problemas que pueden ponerla en riesgo

Los niños deben crecer sabiendo que pueden llorar porque no es sólo «cosa de niñas».  Permitir que los niños lloren, sientan y se expresen sin reprimirlos o decirles que «está mal» es clave para que entiendan sus emociones y no las transformen en acciones negativas.

Hay que enseñarles a ambos que su sentir es válido, que sus emociones son importantes y que está bien sentirse enojados o con miedo pero que deben transformarlo en algo positivoEsto les da el valor de la compasión y la bondad, y que «ser bueno» no es cuestión de género sino de valores.

Moldea un comportamiento social saludable

La falta de valores es un problema que generalmente comienza en la infancia. Es algo aprendido en casa o en el entorno familiar o escolar que a menudo puede ser minimizado o pasado por alto. Para que los niños y niñas tengan respeto los unos a los otros, trabajen en equipo y sean adultos de bien, debemos enseñarles a tener un corazón compasivo.

Hazles saber que son amados incondicionalmente. Esto les dará una base sólida para volver cuando sientan que el mundo se desmorona a su alrededor.

Las emociones desempeñan un papel determinante a la hora de convertir a un niño en un adulto feliz y exitoso

Sin embargo, si el desarrollo emocional de un niño se desvía, sufrirá como consecuencia una gran variedad de problemas personales y sociales a lo largo de su vida… En este caso criaremos niños vulnerables en lugar de niños fuertes.

Pero la verdad es que ser responsable de la educación emocional de los niños no es una tarea fácil. O sea, hacer entender a un niño que los sentimientos tienen tantas tonalidades como los colores aunque no las vean es algo cuanto menos complicado.

madre e hija andando por las vías del tren agarradas de la mano

La conciencia emocional como base de la fortaleza infantil

La conciencia emocional es el mejor vehículo para el cambio en nuestra vida. O sea, que tenemos que ser conscientes de lo que nos provoca sentimientos frustrantes y negativos o positivos y placenteros para encontrar aquellas maneras de fomentarlos, comprenderlos y controlarlos.

Si logramos esto, conseguiremos que los niños (y futuros adultos) sean capaces de tener sentimientos sobre sus propios sentimientos, es decir, serán niños fuertes. Esto, a pesar de que suena redundante, es importante a la hora de ser hábiles comunicadores emocionales y, por lo tanto, fortalecer nuestro yo interno y social.

Enseñar a los niños a observar, comunicar y aprender sobre sus emociones ayudará a su desarrollo y a su éxito vital. De hecho, en primera instancia, evitaremos que sean vulnerables a los conflictos de los demás.

Madre e hija abrazadas

La importancia de la comunicación emocional

Un buen ejemplo de lo que puede suponer la adquisición de estas habilidades para criar niños fuertes lo encontramos en el libro Inteligencia emocional para los niños” de Shapiro Lawrence:

Madre y niño en la playa

Si privamos a nuestros niños de un correcto desarrollo emocional, entonces obtendremos como consecuencia la incapacidad de comprender y evolucionar de acuerdo a sus sentimientos y emociones.

Tal y como hemos visto claramente en el ejemplo, esto provoca un sufrimiento altísimo que no debemos permitir en nuestros niños. Y es que la capacidad de un niño para traducir sus emociones en palabras es indispensable para la satisfacción de las necesidades básicas. Si enseñamos a los niños a expresarse emocionalmente, poco a poco se irán formando niños fuertes.

Esto es así entre otras cosas porque las palabras que describen las emociones están directamente conectadas con los sentimientos y la expresión fisiológica y emocional de estos (por ejemplo, un niño debe saber que la angustia se asocia con una leve aceleración del pulso, un aumento de la presión sanguínea y gran tensión en el cuerpo).

Hay que cultivar el lenguaje emocional

Madre e hija abrazadas

Si los niños crecen en un entorno que suprime los sentimientos y evita la comunicación emocional, es probable que los niños crezcan como personas emocionalmente mudas.

Así, si bien podemos aprender el lenguaje de las emociones durante toda nuestra vida, son las personas que lo hablan desde la juventud quienes se expresan con más claridad y, por lo tanto, se muestran más competentes emocional y socialmente hablando, lo que les abre puertas hacia el éxito vital y la consecución de sus anhelos.

Por:  Joana Mercedes

Fuentes: www.nuevamujer.com  lamenteesmaravillosa.com  

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