Uno se acercaba y tocaba uno, ponía cara de tonto y preguntaba, ¿este es banilejo?, y el pana antes de decir que no, te miraba con picardía, tal vez en busca de alguna veta en los ojos para la complicidad. Finalmente hacía una apología del “mingolo” y terminaba con un “no es banilejo, pero acá entre nosotros, este es mejor”.
Parece un sacrilegio, pero ocurre. Un mango durante diez o doce años tenido como uno más ha saltado al estrellato, y además de ir desplazando al rey de todos por su aroma, sabor y mata mediana que le hace lugar en los patios, se queda con el liderato de las exportaciones, hasta el 22 % de las 20,800 toneladas alcanzadas por unas cuantas variedades el año pasado en los mercados de Norteamérica y Europa, seguido de lejos por la variedad “crema de oro”, 6 %.
A pesar de la apabullante oferta de cuantas cosas pueda imaginárseles a los comerciantes para llevarlas a los quioscos y a los pasillos, comprar un mango era una experiencia agradable.
Negocié una docena con una vendedora y al final me llevé 14 mangos, deben ser intermediarios, el que siembra, cuida y espera la cosecha debe vender docenas de doce.
El colorido de las mesas se hizo monótono en poco tiempo y ya dispuesto a salir de allí para verme libre de los paseadores de perros de bolso, del atronador altavoz y de los presentadores de la pasarela de un espectáculo de tarima junto al edificio del ayuntamiento, me encontré el área de las instituciones.
Estaban junto a la acera de la calle Mella en casetas limpias llenas de técnicos y activistas. Allí el mango alcanzaba su verdadera condición de protagonista más que de una feria, de una fiesta patronal, que es como se entiende la profusión de cosas, cruce de música de quioscos y la de los animadores del ayuntamiento y la multitud.
En esta parte de la exhibición era donde las entidades públicas, la mayoría vinculadas al sector agrícola, tenían lo mejor del festejo, pero no estaba para la venta. Por allí se le podía encontrar empacado, seleccionado y pulido.
Para comer y vender en el mercado local se le encuentra en cualquier parte de la banda del sur del país, la de más baja pluviometría en la primera mitad del año, y de todas las localidades, Peravia y Azua.
También San Cristóbal, pero llueve mucho y el cultivo del mango se complica con la profusión de insectos, hongos y manchas.
Quise comprar una caja para regalarla. Se veían bien puestos y escogidos y me imaginaba cruzando la calle con unos cuantos mangos relucientes, pero no me fue posible ejercer de parejero.
Tratando de que me vendiera una caja una joven que se identificó como Soerny Tejeda me mandó dos cuando ya me había ido y hablaba con un activista, Julio de Óleo, sancristobero al que la envidia de la fiesta le debía de estar revolviendo la bilis. Considera que la feria debe ser rotativa, una vez en San Cristóbal, una vez en Baní y una vez en Azua.
De acuerdo con cifras oficiales, las exportaciones están encabezadas por mingolo, 22%; crema de oro, 6 % y banilejo, también 6%. Los mercados receptores de las exportaciones se encuentran en Estados Unidos, Canadá y Europa.
Feria. Expo Mango fue inaugurada el miércoles pasado y cerrada ayer. Además de muestras y pruebas puestas en diferentes momentos, incluyó capacitación, conferencias, competencias de comilones, recorrido gastronómico y concurso de chefs.
Una cifra dada por el ministro de Agricultura el lunes de la semana pasada, cuando anunciaba y promocionaba el montaje de la feria, da una idea de la cantidad de mangos que se produce y se come en el país.
Habló de 52,000 toneladas, de las cuales más de 20,000 fueron a exportación el año pasado.
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