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Legado histórico de Pedro Santana primer presidente constitucional


Legado histórico de Pedro Santana fue el primer presidente constitucional y el político-militar más importante del país entre 1844 y 1861. Pero después de la Anexión a España se convirtió en una figura execrable, condenada y marginada de la historia. 

Ese hombre rudo, valeroso y autoritario, que creció cuidando animales y sembradíos, se erigió en uno de los adalides del sostenimiento de la República Dominicana en las primeras guerras de liberación, luego de que fuera proclamada la separación de Haití en 1844, pero su legado sigue en discusión después de su fallecimiento.

En cambio, Duarte y el duartismo en la actualidad forman parte de la ideología dominante que el Estado celebra oficialmente y enseña en escuelas y universidades.

 Ambos hechos acompañan el proceso de construcción del Esta donación dominicano. Para el autor de este ensayo, tanto la historiografía satanista como la duartista son ideologías parcializadas incapaces de estudiar integralmente la historia social de ambos personajes.

A manera de introducción

Ese hombre rudo, valeroso y autoritario, que creció cuidando animales y sembradíos.

Se erigió en uno de los adalides del sostenimiento de la República Dominicana en las primeras guerras de liberación, luego de que fuera proclamada la separación de Haití en 1844, pero su legado sigue en discusión 154 años después de su fallecimiento.

Pese a sus méritos en el campo militar la memoria del general Santana y el reposo de sus restos en el Panteón Nacional, por disposición del entonces presidente Joaquín Balaguer, todavía provocan cuestionamientos en torno a su trayectoria histórica, al punto de que nuevamente el Congreso trata un proyecto de ley que pide que sus despojos sean sacados del solemne mausoleo.

El general y la leyenda

Luego de la declaración de la Independencia el 27 de febrero de 1844, el país tuvo noticias de que el ejército haitiano se aprestaba a invadir otra vez. Entonces, Pedro y su hermano Ramón Santana reunieron dos mil hombres para repeler la segura embestida

Los países suelen colocar en un sitial importante a su primer presidente, independientemente de lo bueno o lo malo que fue. 

Con cierta razón en República Dominicana se considera espuria la decisión de Joaquín Balaguer de llevar al Panteón de la Patria a Pedro Santana, el primer presidente constitucional del país, por lo que el Senado de la República ha solicitado sacar sus restos de allí. 

Los historiadores duartistas anhelan el juicio final que condene al autócrata, asesino, entreguista, corrupto, falso héroe militar y sanguinario Pedro Santana, el hombre-bestia más odioso de la historia dominicana según Joaquín Balaguer.

 Diversos factores han coadyuvado en la creación de la monstruosa figura de Pedro Santana: su práctica política autoritaria, su anexión a España, su lucha contra Duarte y Báez, su conflicto con la Iglesia, su bajo nivel de instrucción, su vida arcaica, su “color dudoso” y ciertos prejuicios sociales en su contra.

Para Ismael Hernández, Santana fue totalmente negativo, a pesar de que la experiencia y un refrán enseñan que nada es tan malo que no tenga algo bueno y nada tan bueno que no tenga algo malo. 

Aún entre los políticos del siglo XIX Bonó encontró que algunos eran excelentes y otros abominables. Los profesores universitarios deberían ponderar si quiera que Santana promulgara una ley el 15 de junio de 1859 que restablecía la universidad primada de América, cerrada parcialmente en 1820 y de manera definitiva en 1823.

Se considera a Santana como un antipatriota totalmente malo y a Duarte como un patriota totalmente bueno por una visión simplista, maniquea y dualista que sólo valora los extremos sin tomar en cuenta los términos medios. 

Como los hechos históricos y los sentimientos o valores humanos son ambiguos y no químicamente puros, nunca se encontrará a un ser humano bueno sin defectos y a un malo sin virtudes. 

Es más, como sentenció La Rochefoucauld, nuestras virtudes son la mayor parte de las veces vicios disfrazados. Neuróticos, psicóticos y esquizofrénicos suelen separar de manera dicotómica y radical la realidad y la ficción, lo bueno y lo malo, hombres buenos y malos. 

El general Pedro Santana es uno de los personajes más importantes en la historia de la República Dominicana; jugó un papel crucial para la consolidación de la Independencia, así como en las luchas posteriores para su preservación.

Aunque en incontables oportunidades fue celebrado por izar la bandera dominicana hasta lo más alto, también fue condenado por arriarla y colocar en su lugar una extranjera.

Santana fue enaltecido tantas veces como degradado, hasta el punto de ser calificado en varias ocasiones como un “traidor a la Patria”.

Conmemorando 158 años de su fallecimiento, a continuación se desglosa una cronología de los hechos que marcaron la vida de esta figura y, consiguientemente, el curso de la historia dominicana.


Nació el 29 de junio de 1801 en Hincha, un pueblo que para ese entonces pertenecía a territorio dominicano pero actualmente corresponde a Haití.

Preocupados por la presencia de tropas haitianas en esa localidad, sus padres, don Pedro Santana y Petronila Familias, decidieron desplazarse más hacia el este.

Según detalló el periodista e historiador Rafael Molina Morillo (1930-2017) en su obra “Gloria y Repudio: Biografía de Pedro Santana”, primero permanecieron un tiempo en Gurabo, Santiago, luego se establecieron en Sabana Perdida, cerca de Santo Domingo y finalmente, se fijaron de manera permanente en El Seibo.


La inclinación castrense de Santana proviene de su progenitor, quien fuere capitán de la milicia. Mucho antes que su hijo, Pedro Santana padre se había ganado un espacio en los libros de historia dominicana al ser uno de los participantes en la batalla de Palo Hincado, librada en el año 1808.

Esta contienda puso fin al control francés en la isla de La Española y marcó el inicio del período conocido como “España boba”.


El militar tuvo un mellizo y único hermano llamado Ramón, con quien creció en el campo, cuidando animales y vigilando la siembra de su padre.

De acuerdo a Molina Morillo, al emigrar hacia otro pueblo, la situación económica de su familia se volvió precaria, por lo que los hermanos Santana tuvieron que vender leña siendo apenas unos niños para poder contribuir mínimamente al hogar.


Pedro Santana cruzó la niñez, adolescencia y juventud dedicado por completo a las tareas ganaderas, su día a día consistía en trabajar afanosamente para hacer riqueza.

Pese a que sí logró obtener una acomodada posición económica y social, las circunstancias que lo rodearon y el ambiente en el que vivió no le permitieron al general formarse académicamente ni cultivarse a nivel intelectual.

Fue su padre, quien a la edad de 8 años, escasamente les enseñó a los mellizos a leer y escribir.


El primer enlace nupcial de Pedro Santana fue un “matrimonio por conveniencia”.

El historiador Roberto Cassá en su obra “Dictadores dominicanos en el siglo XIX”, cuenta que Santana se casó con Micaela Rivera, una mujer quince años mayor que él, quien era viuda de Miguel Febles, uno de los hateros más acaudalados de la época.

Asimismo, se señala que su hermano Ramón, se casó para las mismas fechas con la hija de Rivera, con el propósito de preservar el trato comercial que mantenían en vida con el fenecido ganadero.


Santana nunca ocultó su animadversión hacia los haitianos, es por ello que, en el año 1943, durante plena ocupación,  se unió a Los Trinitarios con el fin de propiciar el golpe separatista.

Estratégicamente, el 27 de febrero de 1844, el patricio Francisco del Rosario Sánchez le asignó a los mellizos Santana la tropa del Este, la cual estaba conformada por una recua de peones y campesinos que, haciendo uso de sus habilidades en caballería y manejo de armas blancas se adhirieron a la lucha.

“En forma tumultuosa, la tropa proclamó a Santana general en jefe, valorando sus dotes de mando y en señal de reconocimiento de la influencia social de que gozaba”, subraya Cassá en su escrito. .


Al enterarse de las intenciones del presidente de Haití Charles Herard de invadir nueva vez el territorio dominicano con unos 20 mil hombres, el 19 de marzo de 1844 Pedro Santana interceptó al grupo enemigo en Azua, en compañía de tres mil dominicanos, frustrando los planes del mandatario haitiano.

Según explicó Cassá en su obra, esta proeza militar creó la ilusión en la población de que “la única persona que reunía las condiciones para derrotar a los haitianos era Pedro Santana”.


Habiéndose alejado momentáneamente el peligro de ocupación haitiana, las diferencias de criterio entre el general y los trinitarios no tardaron en florecer y poco a poco la sociedad se dividió entre liberales (representados por Juan Pablo Duarte) y conservadores (representados por Pedro Santana).


“Pedro Santana construyó su liderazgo con ayuda del mito de jefe militar invencible”, cita Roberto Cassá. Es precisamente ese mito lo que llevó al general a convertirse en el primer presidente constitucional de la República Dominicana.


Tras asumir el poder, casi de inmediato Santana exigió la inclusión del artículo 210 de la Constitución que lo facultaba para no rendir cuentas de sus actos.

Esta acción, considerada históricamente como  una “monstruosidad jurídica”, develó los verdaderos propósitos del general. Sobre eso se apoyó para convertirse en un dictador.

“Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y armada, movilizar guardias nacionales, y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y seguridad de la Nación; pudiendo en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna”, dictaba la cuestionada ordenanza.

El artículo 210 fue el marco legal que utilizó para perpetrar una serie de horrores en contra de aquellos que “se atrevieran a desafiar  su orden”.

Bajo ese aval, ordenó el exilio de por vida del padre de la Patria Juan Pablo Duarte, el fusilamiento de María Trinidad Sánchez y su sobrino, el patricio Francisco del Rosario Sánchez, así como la muerte del centinela de la frontera, el general Antonio Duvergé, todos ellos figuras clave para alcanzar la Independencia Nacional.

A esta ejecución le siguieron muchos otros que formaron parte de un incipiente pero poderoso régimen represivo. La dictadura fue generando cada vez más rechazo y aunque dimitió en 1848 por presiones, se presentaron coyunturas como la batalla de Las Carreras, la cual lideró Santana que propiciaron su regreso a la presidencia.


Santana es descrito en el libro “Controversia histórica: polémica de Santana” de la autoría de Vetilio Alfau, como un hombre “de espíritu levantado, de valor imperturbable, de serenidad suma y de fe que hasta cierto punto rayaba en fanatismo”.

Si bien, las habilidades militares de Santana no se cuestionaban, su desempeño como gobernante sí. En un hecho sin precedentes en la historia dominicana, Santana intentó arrendar la Península de Samaná a los Estados Unidos, país que en ese momento tenía intenciones de apoderarse del país y con ese movimiento iba revelando sus planes anexionistas.

Hablando de Santana en su obra “Rufinito”, el escritor Federico García Godoy advierte que “sus errores no se deben a él solo, sino al medio y al tiempo en que vivió así como a la mentalidad de la época en que le tocó actuar, ignorante, repleta de ideas añejas y de torpes preocupaciones”.


Al asumir su tercer y último mandato presidencial en el año 1958 el país estaba sumido en una gran crisis, producto de la guerra civil que se suscitó en el gobierno de su predecesor, Buenaventura Báez.

En esas condiciones críticas, según explica Cassá en su obra “Dictadores dominicanos en el siglo XIX”, Santana empezó a concebir la anexión del territorio dominicano a España, otro hito negativo que se le atribuye al general.

Aunque al principio, Santana veía a Estados Unidos como primera opción, declinó su idea al no haber tenido éxito con el arrendamiento de la Península de Samaná.

“España tenía interés de expandir su poderío colonial, por lo que la posesión de Santo Domingo pasó a ponderarse como un medio de afianzar el dominio sobre Cuba y Puerto Rico, lo que explica que las ofertas de Santana fueran bien recibidas en los círculos gobernantes de Madrid”, se expone en el libro.

Según el historiador, Santana no creía en la posibilidad de que el país marchara por su cuenta y carecía de un concepto de nación.

Casi sin oposición de sus funcionarios, el 18 de marzo de 1961 logró la adhesión de República Dominicana a la nación europea. Ei arriamiento de la bandera tricolor para izar la española en la “Plaza de Armas”  lo hizo oficial.

Como todo dictador, acostumbrado a detentar poderes absolutos, Santana empezó a sentirse prisionero de las autoridades españolas y renunció en 1862 a su nueva posición de gobernador.

En agosto de 1963 estalla la Guerra de la Restauración, movimiento revolucionario liderado por el prócer Gregorio Luperón que devolvería tras varias contiendas contra el gobierno español, la independencia y soberanía al pueblo dominicano.

Un poco alejado de los menesteres militares, el 14 de junio de 1864, el general Pedro Santana falleció repentinamente.

Hasta el día de hoy, no se ha podido establecer la causa de su muerte pues, aunque algunos archivos y documentos de la época indican que tenía dolencias, nunca llegó a encontrarse en una situación grave de salud.

Al tratarse de un personaje de tanto carácter y relevancia, a lo largo de los años se han varias teorías en torno a las causas de su deceso. Algunas de las más mencionadas es un posible envenenamiento o suicidio.

Desde el año 1978, por disposición del entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer, los restos del general Santana descansan en el Panteón Nacional.

En la historia reciente, un anteproyecto de ley presentado en el Senado en 2018 abrió un debate en la sociedad al proponer la exclusión de los restos de Santana del mausoleo, alegando que el seibano no merecía estar en ese espacio por haber propiciado la anexión a España.


Trabajada Por:Juana Mercedes

Fuente:eltitular.do

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