A medida que envejecemos, prácticamente todas las capacidades funcionales de nuestros órganos disminuyen. La función renal no escapa a esta realidad.
“Los riñones de un adulto joven filtran 180 litros al día (125 ml/ min) y en el envejecimiento la filtración cae aproximadamente 0.8 ml/min por cada año de vida”, explica Alberto Flores Almonte, jefe de la Unidad de Nefrología del Centro Médico de Diabetes, Obesidad y Especialidades (Cemdoe).
Además de la función renal, con el envejecimiento se producen varios cambios estructurales, como la disminución progresiva del número de nefronas, responsables de purificar la sangre. Estas se aminoran desde aproximadamente 1 a 1.2 millones por cada riñón en personas jóvenes a 550,000 por riñón para edades de 70 a 75 años.
Los adultos mayores, también son propensos a sufrir nefroesclerosis, enfermedad renal crónica que complica la hipertensión arterial, y presentan una disminución de la corteza renal, la capa más externa del tejido renal. La masa de los riñones baja desde unos 260 gr en el adulto joven a menos de 200 gr en adultos mayores de 75 años.
Atención a los adultos mayores
Flores afirma que no existen terapias dirigidas a detener la progresión de la enfermedad renal relacionada con la edad, sin embargo, sí hay medidas para tratar de ralentizar el daño renal de estos pacientes.
Sugiere mejorar la proteinuria (proteína en la orina), un referimiento temprano al nutricionista, controlar la diabetes, o hipertensión si existieren, no utilizar medicamentos con potencial tóxico a los riñones (analgésicos antiinflamatorios no esteroides), no automedicarse, hacerse un control estricto de perfil de lípidos en sangre, no fumar y realizar algún tipo de actividad física si es posible.
Alrededor de 50% de los envejecientes tienen al menos otras 2 enfermedades crónicas asociadas que frecuentemente afectan el riñón y contribuyen al deterioro de la función renal ya disminuida por el paso de los años.
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