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Juan Bosch: En el 114 aniversario de su natalicio recordado como uno de los personajes políticos más relevantes


En el 114 aniversario de su natalicio, el profesor Juan Bosch es recordado como uno de los personajes políticos más relevantes del siglo XX dominicano, puesto que sus aportes al desarrollo democrático nacional son indudables y marcan un gran legado para las presentes y futuras generaciones.

Bosch fue muchas cosas a la vez y en todas sus facetas brilló, aunque en una alcanzó mayor lumbre que en otras. Es una figura tutelar. Así, el joven que debutó como escritor en 1933, con su libro «Camino real», llegaría a convertirse en un portento de las letras y en un cuentista genial. Semejante genialidad puso también en sus dos novelas (La mañosa y El oro y la paz), en sus ensayos de interpretación histórica, discursos y charlas. Su producción literaria posee la sapiencia del hombre brillante y sensible.

Desde temprana edad mostró lo que sería. Las venas literarias brotaron temprano de su talento. Fue un prodigio y, como todo virtuoso prematuro, empezó a escribir desde niño. Escribió cuentecillos y, ya a los 12 años, había leído y releído El Quijote. 

En la casa de su abuelo había una biblioteca que él devoró con más fascinación que sensibilidad. Las dos cosas las aplicaría él a la cuentística. Allí descubrió a los genios del cuento: Chejov, Sherwood Anderson, Maupassant, Andersen, Quiroga. Algún día él sería como ellos, alcanzaría relieve internacional. Eso sucedería.

De niño escribió un librito que se lo pasó a don Federico García Godoy, un escritor cubano exiliado en La Vega. A don Federico se le quemó la casa y en ella ardió la obrita del jovencito. «Indios: apuntes históricos y leyendas» llegó en 1935 y, un año después, produciría La mañosa, una novela clásica dominicana en la que se celebra el régimen de fuerza inaugurado por Rafael L. Trujillo. Lo que sucedió fue que Bosch estuvo encarcelado en Nigua y en la Torre del Hom

Acusado de conspirar contra el trujillato. Faltó poco para que muriera: estaba enfermo, lívido y tragado por las enfermedades. César Herrera intercedió y lo convenció de capitular. Así, el escritor acudió al sátrapa, se le arrodilló y le pidió perdón. Hizo más: se volvió un trujillista mayor y un entusiasta de la reelección. No había otro camino: Trujillo lo abarcaba todo y el país era un calabozo trujillista, pues todo era obra de sus caprichos.

Lo sacaron de la prisión. En la Torre del Homenaje escribió «La Gaviota». En 1937, cuando querían hacerlo legislador, logró escapar y llegó a Puerto Rico, donde se puso en contacto con el pensamiento del maestro Eugenio María de Hostos. 

En 1938 va a Cuba y dirige la edición de las obras completas del gran educador antillano. En esa isla mayor volvió a nacer. Descubrió la lucidez del maestro y cayó rendido a sus pies. Él también sería un sembrador como Hostos.

En Cuba, además, abrazó la política abierta y decidida. Se alineó con los antitrujillistas y en 1939 participó en la creación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Inició una cruzada antitrujillista. Sin embargo, tropezó con los intereses de un sector del exilio y el PRD naufragó.

 La aventura política le reportó una gran proyección. En 1947 dio un paso más decidido y participó en los preparativos de la expedición de Cayo Confite, un islote cubano que reunió a un escuadrón de libertad y redención. Trujillo maniobró y despedazó los planes antitrujillistas. Lo hizo con plata y astucia, dos cosas que suelen ir juntas: cuando falta la una, la otra rara vez triunfa.

En todo ese trajinar no dejó de escribir y producir cuentos de alta calidad. En 1961, acribillado ya el tirano, regresa al país con una misión evangelizadora: sembrar la semilla de la libertad, encender la tea de la libertad. Educó al pueblo enseñándole el lenguaje primero de la democracia. 

En 1962 gana con aplastante mayoría las elecciones y sube al poder en 1963. Su gobierno fue apenas un laboratorio de siete meses: se estrelló y acabó en la hoguera de los liberticidas.

Echado del poder, se fue al exilio en Puerto Rico y volvió en 1965, después que terminó la fugaz revolución de ese año. En 1966 volvió al destierro, esta vez en Benidorm, España, donde se inspiró y produjo obras notables. En 1973 rompe con el PRD y funda el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

 Se candidatea en 1978. Pierde en el 82′ y en el 86′, hasta que en 1990 está a punto de ganar. Denuncia un fraude colosal en su contra y devuelve la condecoración que le había impuesto el Dr. Balaguer. 

El país es un barril de pólvora: solo basta la palabra-chispa. Por suerte no llega y el pueblo se va hundiendo en el letargo de un nuevo balaguerato. Crisis económica y social. El Gobierno se tambalea, pero no cae.

En 1994 corre nuevamente para la presidencia. Luego cede y permite el relevo generacional. En un momento dado, llevado por un arrebato de ira e impotencia, fustiga a sus discípulos y renuncia al PLD asqueado por las ambiciones de esos trepadores morados, que solo querían puestos y cargos para medrar. No se equivocó el maestro.

El primer día de noviembre de 2001 se extinguió físicamente, para siempre. Está enterrado en el cementerio de La Vega. Su vida dejó un potente legado de sabiduría, decencia y calidad literaria. Todo ello se destaca en el 114 aniversario de su natalicio, que tuvo lugar ese ilustre 30 de junio de 1909 en La Vega Real.-

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