El eclipse solar que atravesó este lunes toda Norteamérica se convirtió en una atracción efímera a su paso por Nueva York, una ciudad adicta a las novedades que el viernes vivió su primer terremoto en un siglo y hoy ya lo había olvidado: todas las miradas y las conversaciones se concentraron en el cielo durante unas horas.
La Gran Manzana celebró su eclipse parcial con “fiestas de visionado” en lugares icónicos como el observatorio del Empire State o el Museo Intrepid, y la expectación por el fenómeno astronómico dio lugar a reuniones espontáneas en calles y edificios, desde Times Square hasta la sede central de la ONU.
A las 14:15 hora local, cuando la luna empezó a tapar al sol, el Empire State encendió sus luces y al oeste de Manhattan, en el río Hudson, la cubierta del portaaviones que acoge el Museo Intrepid se llenó de cientos de personas pertrechadas con gafas especiales de usar y tirar.
“Es un evento muy ‘cool’, aunque los aztecas estarían aterrados: en una semana, hemos tenido un terremoto y un eclipse”, bromeó a EFE un neoyorquino llamado Leo, que intentaba tomar fotos poniendo las gafas sobre la lente del celular, uno de los gestos más repetidos de la jornada.
“Hemos repartido 3.000 gafas aquí”, dijo un trabajador, Kendry Vega, encargado de explicar la ciencia detrás del eclipse a los visitantes, y que subrayaba la importancia de usar esas gafas, con filtros cien veces más oscuros que los de unas gafas de sol normales, para proteger la vista.
La cálida espera tras una semana de lluvias fue agradecida por los neoyorquinos, que se relajaron tumbados en el suelo y en el césped de los muelles cercanos hasta ver llegar la “cuasi totalidad” del eclipse parcial -un 90 %-, acompañada de un manto de tenues nubes y de un coro de murmullos.
“Me pregunto cuánto más se va a oscurecer esto”, comentaba un padre de familia en voz alta en la cubierta del Intrepid, mientras que un hombre trajeado, cerveza en mano, le decía a su compañera: “Yo pensaba que esto iba a ser como un atardecer”.
A las 15:25, hora punta del eclipse parcial, cuando el sol quedó reducido a una uña, una sombra se impuso sobre la ciudad, la sensación térmica pareció bajar unos grados y el silencio se adueñó de la “fiesta de visionado”, con la gente obnubilada contemplando un paisaje irrepetible.
Pero el panorama fue diferente al sur de Manhattan, en Washington Square Park, donde la escasez de gafas puso de relieve el espíritu ‘hippie’ de la zona, pues muchos las compartieron con desconocidos y una vez alcanzado el clímax del eclipse, la multitud rompió en aplausos y gritos.
Mientras, en la sede de la ONU, al este de la ciudad, diplomáticos de varios países se encontraron en la azotea de la cafetería y, haciendo gala del espíritu solidario de la organización, se prestaron algunas gafas, aunque lo que se escucharon fueron expresiones de decepción por no ver la ocultación total del sol.
En una calle del barrio de El Bronx se dio una situación común en toda la ciudad: los vecinos salieron frente a sus edificios, charlaron y dejaron las gafas a los más pequeños, fascinados con el asunto que no se repetirá hasta dentro de 20 años y que hoy interrumpió las actividades extraescolares en las escuelas de la ciudad.
Y solo minutos después de que sol volviera, los observatorios, museos, oficinas y hogares volvieron a su rutina, olvidando la urgencia por conseguir unas gafas que solo unas horas antes había generado largas filas para obtenerlas gratis y oportunidades de negocio para los más avispados.
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