A pesar de su avanzada edad estaba atento al acontecer nacional y seguía con pasión e interés el proceso electoral. De hecho, su mensaje final público.
«Más vale que ponga la OEA más atención al desorden y mercado electoral del Gobierno. Parece que JCE está de “amemá”».
Dos días antes, el lunes 15, había publicado su acostumbrado artículo en el periódico El Caribe, titulado esa vez «¡Abinader quedará como periquito!«.
Nativo de Altamira, Puerto Plata, Almeyda Rancier fue co-fundador y miembro prominente del PLD, alto dirigente de la Fuerza del Pueblo y, en la administración del Estado, rector de la UASD y ministro de Interior y Policía. Aspiró a un senaduría. Acompañó al maestro Juan Bosch en los momentos más difíciles de los años setenta, aunque desde antes había estado con él en el viejo PRD, de donde salieron para fundar al PLD.
En la vida pública dio muestras de firmeza y a veces de terquedad. Sonó en el caso de las Harley-Davidson, pero no le importó: la cosa quedó ahí y se diluyó en los afanes de la agitada República. Como ministro de lo Interior impuso medidas fuertes y severas: limitación de horario para la venta de bebidas alcohólicas, el programa Barrio Seguro, cierre restringido de los negocios de diversión.
Tuvo que enfrentar una seria crisis de inseguridad ciudadana, y por ello aplicó tales medidas, que le valieron cierta malquerencia.
Con su rostro adusto -casi patibulario-, casi nunca sonreía: parecía un señor de horca y cuchillo. Era una voluntad cruda y fuerte, dispuesta a imponer las medidas que requirieran las circunstancias.
Controversial y polémico, combinaba el foro público con sus quehaceres académicos. Fue historiador y legó varios libros, que ahora se leerán con menos pasión que antes.
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