A su vez, una vivencia positiva de la sexualidad, o sea, tanto de las prácticas, como de la identidad, la orientación sexual, la autoestima sexual, etc. impacta favorablemente en la salud mental.
Así lo asegura a THE OBJECTIVE la sexóloga Lucía Jiménez, quien considera además que esta relación entre sexualidad y salud mental es tenida en cuenta por el positivismo sexual, «el movimiento que persigue liberar la sexualidad, dentro de un marco de respeto máximo con nosotros mismos, y con los demás.
Esta liberación pasa por dar visibilidad, y es por ello hoy en día una persona puede hablar tranquilamente de que practica la masturbación, y sus amigas pueden regalarle un vibrador por su cumpleaños. Se trata de dar cotidianidad a lo que hasta ahora ha sido tabú».
Cómo la salud mental influye en la sexualidad, y viceversa
Todos sabemos, o deberíamos saber, que la sexualidad es mucho más que la práctica sexual. De hecho, «la forma en la que nos percibimos, y la experiencia libre de nuestro deseo, sea cual sea nuestra orientación sexual, es determinante a la hora de desarrollar o no ansiedad y depresión. Además, una de las necesidades intrínsecas al ser humano es la de generar conexión emocional, y la sexualidad juega un papel fundamental en la satisfacción de la misma», cuenta Jiménez, colaboradora de Diversual.
A su vez, «una salud mental deteriorada impacta directamente sobre la capacidad de las personas para experimentar placer, conexión y deseo. También polariza la sexualidad en su extremo positivo, aumentando la predisposición de las personas a exponerse a conductas de riesgo o a desarrollar comportamientos adictivos».
Al respecto, la relación más directa entre sexualidad y salud mental la podemos observar en el efecto secundario de muchos fármacos antidepresivos. Por ejemplo, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) producen un descenso del deseo sexual, que en algunos casos permanece incluso una vez se ha retirado el tratamiento.
Qué podemos hacer
«Diversos estudios muestran que la perspectiva tradicional desde la que entendemos la sexualidad correlaciona significativamente con el deterioro de la salud mental. También son numerosas las investigaciones que demuestran que las personas con una orientación sexual diferente a la heterosexual se encuentran en mayor riesgo psicosocial, quizá por el malestar psicológico asociado a las experiencias vitales estresantes y discriminativas asociadas a la homofobia y bifobia», detalla la experta.
Así, «la manera en la que respondemos a nuestra propia sexualidad está influenciada por las actitudes que como sociedad compartimos. Es decir, una cultura en la que la sexualidad sea entendida y vista de forma negativa, influirá en la percepción que sus ciudadanos tengan sobre su propia vivencia».
Por el contrario, «una sexualidad que se habita desde la satisfacción y el placer, y una autoestima sexual positiva, constituyen herramientas muy potentes para la salud. Y, como sociedad, tenemos la responsabilidad de cambiar creencias y comportamientos que siguen promoviendo la violencia, deteriorando la salud mental propia y de los demás», sentencia Jiménez.
Fuente>https://theobjective.com
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